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¿Alguna vez os habéis preguntado qué os lo que nos hace depender tanto de nuestras raíces?
Yo ahora que estoy lejos, busco cuál es el motivo por el que huyo de mi ciudad y me refugio bajo las faldas de Villarino y es que creo que el camino hacia Ambasaguas, no es ese que va desde el pilón hasta donde se juntan los dos ríos, no, creo que todos en nuestras cabezas tenemos presente que ese camino es el que nos lleva con pausa y nostalgia a caminar por un sin fin de recuerdos, de anécdotas, dibujando sonrisas, gestos, palabras, olores, colores y sentimientos; cada uno de ellos han sido una inscripción en calles, campos, parques y parajes de ese lugar que nos ha visto crecer y que en ocasiones deseamos dejarlo atrás, sobre todo mientras crecemos, pero nos encantaría envejecer en él.
Mi camino hacia Ambasaguas es el que va desde que tengo uso de razón hasta aquí. Mi camino hacia Ambasaguas es un caminito, pequeño, angosto, pero firme por una cultura generosa de gente sencilla y humilde, un camino en el que huele a fiesta y tradición a verbena y procesión y a tristeza y frío, huele a cocido y a perrunillas, huele a lumbre en invierno y en verano a canción popular. Mi camino hacia Ambasaguas está adornado con olivas y viñas, con quejigos y zumaques, coloreado por los ocres de los cañones del Duero y el turbio de la Ribera; tiene un cielo surcado de alimoches y águilas perdiceras y acento castellano y acento portugués, y llora por los que no están y sonríe a los que vuelven. Este camino siempre tiene los brazos abiertos, siempre acoge con cariño como una madre que espera a su hijo cubano. Mi camino hacia Ambasaguas nos hace a todos paisanos y fanfarronea de su suerte, no escatima en sueños y ansias de mejora y habla con gracia de los que no están delante, mi camino hacia Ambasaguas, se levanta sobre lo antiguo y lo moderno y su enclave es un balcón desde el que la niebla y el sol hacen la combinación mas singular y preciosa. Mi camino es real y siempre que necesito un momento para mí, me ofrece su calor y su deshielo, su rocío y su atardecer sobre el horizonte de dos pueblos, uno extraño y otro tan mío que finalmente resulta ser yo misma.